Un
día de Feria
Sábado por la mañana. Las ocho y media. Estoy hecho polvo. Toda la semana currando y hoy hay que poner la guinda. A las diez me gustaría estar en la Tabacalera para colaborar a montar la segunda Feria del Libro Marxista. Suena bien, el año pasado no estaba en Madrid, así que este año no me la quería perder por nada.
Un buen
desayuno me ayuda a tomar fuerzas para
salir con ánimo y ganas, camino de la RENFE (¡Joder!, en diez días subirán el billete un once por
ciento).
El sol
atraviesa la ventanilla del tren mientras voy pensando en cómo saldrán las
cosas, y cuando me quiero dar cuenta ¡zas!, estoy en Embajadores. Salgo a la
calle, doblo la esquina y veo a tres o cuanto compañer@s que estaban ya esperando a que abriese la Tabacalera y empezar a montar los puestos.
En cuanto
abrieron nos pusimos manos a la obra. Lo primero, los puestos. Había que hacerse
con mesas para que las diferentes organizaciones marxistas y editoriales
pudieran exponer su material. Bajamos al almacén y allí, entre tablas, butacas
de cine, restos de pancartas y trastos, miles de trastos, conseguimos encontrar
sillas, mesas, tablas y telas con las que ir dando forma a lo que sería la Segunda Feria del Libro Marxista.
Poco a
poco fuimos disponiendo las mesas a lo largo de la sala que teníamos y las
telas fueron cubriendo las mesas y los libros las telas.
Cada
editorial, cada grupo, cada colectivo fue tomando posiciones y, aunque algunas
se quedaron un poco dormidas, al fin todas pudieron ir presentando el material que nos traían para
ilustrar todos esos problemas, toda esa realidad que nos rodea y nos ha
rodeado. Política, ecología, socialismo, drogas, ideologías, trabajo, economía,
sociología, feminismo, marxismo, revolución… todo ese material que muchas veces
se nos hace difícil conseguir bien por no saber dónde acudir, bien por no
encontrar el momento para ir al lugar en donde hacerse con ese material que no
está en los circuitos ordinarios de distribución literaria.
La verdad
es que después de haber montado todos los puestos y de haberme dado bastante
vueltas por ello no acababa de decidirme por ningún título en concreto, algunas
rarezas habían llamado mi atención pero
también otros títulos sobre temas muy actuales, sobre todo relacionados con la
ecología o el desarrollo urbano me “pedían” adquirirlos. Pero como la realidad
manda, y el presupuesto era limitado, no ejercí la opción de compra hasta más
tarde. Antes quería pasarme por el taller que había a media mañana y que a
pesar de contar con poca gente resultó atractivo e interesante ya que tuve la
oportunidad de escuchar a compañeros de diferentes lugares y con distintos
puntos de vista hablando y reflexionando sobre el mundo en que vivimos y sobre
qué está pasando en la actualidad con el ser marxista y cómo encajarlo en los diferentes
movimientos sociales que últimamente están surgiendo.
Lo que no
acabé de entender es por qué en la “Sala del Jefe”, que así se llamaba, éramos
siete personas mientras afuera cantidad de gente y grupos hablaban sin parar
de, supongo yo, los mismos o similares temas. ¿Por qué no se volcaron esas
inquietudes sobre la transformación social, sobre la revolución en el taller?
¿Por qué se prefirió ignorar el espacio de reflexión e intercambio y que las
ideas y aportaciones se perdiesen entre los ecos del pasillo?.
En
cualquier caso, estuvimos hablando y elucubrando durante más de dos horas, con
lo que el apetito se abrió.
Al salir
del taller, y a pesar de que era la hora de comer, había gente mirando los
puestos, mientras algunos compañeros comían en ellos o en sus inmediaciones.
Al
terminar de comer nos justamos algunos en unas sillas y continuamos conversando
sobre lo “bien” que está el panorama.
Lo cierto es que a otra cosa no sé pero a hablar y a analizar al situación de
mundo actual no nos gana nadie.
Poco a
poco se fue llenado otra vez de gente el espacio y antes de que nos diésemos
cuenta una gran cantidad de personas ocupaba el pasillo central mirando y
comprando libros, videos, folletos…
Aquello
era maravilloso, no sé si porque dos días después era el día del libro, o
porque la gente está tomando cada vez más conciencia de lo que pasa y quiere
formarse y enterarse o por ambas cosas pero cantidad de gente se dejó caer
aquella tarde por la Tabacalera para disfrutar del evento.
Y sí no
que se lo digan a tod@s l@s que llenamos la “Sala del Jefe” a la hora de las
micropresentaciones de libros sobre las relaciones entre marxismo y feminismo,
para después derivar en una serie de reflexiones y debates que darían cierre a la Feria.
Pero
antes, eso sí, de que acabara y aprovechando que salimos de la “Sala del Jefe”
para ir a un jardín, me hice con un par de libros, uno de los cuáles conocí a
través de las micropresentaciones. Ya tenía mis libros.
Ahora solo
quedaba recoger, y por suerte, no llevó mucho rato pues casi todo el mundo
ayudó, con lo que en un momento ya podíamos irnos todos a casa y descansar de
aquel día largo pero agradable e instructivo.
Así da
gusto cansarse.
Max Björk
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